viernes, 13 de junio de 2008

Argos.


Así hablaban entre sí. Entonces un perro que estaba tumbado enderezó la cabeza y las
orejas, el perro Argos, a quien el sufridor Odiseo había criado, aunque no pudo disfrutar
de él, pues antes se marchó a la divina Ilión. Al principio le solían llevar los jóvenes a
perseguir cabras montaraces, ciervos y liebres, pero ahora yacía despreciado -una vez que
se hubo ausentado Odiseo- entre el estiércol de mulos y vacas que estaba amontonado
ante la puerta a fin de que los siervos de Odiseo se lo llevaran para abonar sus extensos
campos. Allí estaba tumbado el perro Argos, lleno de pulgas. Cuando vio a Odiseo cerca,
entonces sí que movió la cola y dejó caer sus orejas, pero ya no podia acercarse a su amo.
Entonces Odiseo, que le vio desde lejos, se enjugó una lágrima sin que se percatara
Eumeo y le preguntó:
«Eumeo, es extraño que este perro esté tumbado entre el estiércol. Su cuerpo es
hermoso, aunque ignoro si, además de hermoso, era rápido en la carrera o, por el
contrario, era como esos perros falderos que crían los señores por lujo.»
Y contestándole dijiste, porquero Eumeo:
«Este perro era de un hombre que ha muerto lejos de aquí. Si su cuerpo y obras fueron
como cuando lo dejó Odiseo al marchar a Troya, pronto lo admirarías al contemplar su
rapidez y vigor, que nunca salía huyendo de ninguna bestia en la profundidad del espeso
bosque cuando la perseguía-pues también era muy diestro en seguir el rastro. Pero ahora
lo tiene vencido la desgracia, pues su amo ha perecido lejos de su patria y las mujeres no
se cuidan de él; que los siervos, cuando los amos ya no mandan, no quieren hacer los
trabajos que les corresponden, pues Zeus, que ve a lo ancho, quita a un hombre la mitad
de su valía cuando le alcanza el día de la esclavitud.»
Así diciendo entró en la morada, agradable para vivir, y se fue derecho por el mégaron
en busca de los ilustres pretendientes. Y a Argos le arrebató el destino de la negra muerte
al ver a Odiseo después de veinte años.



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