miércoles, 23 de abril de 2008

Magia a 24 fotografías por segundo.





La verdad es que uno sale de la exposición queriendo volver a entrar. Y sin acabar de entender del todo cuál es en realidad su tema, aunque eso, en el fondo, no importe tanto. Se trata de una serie de hermosos y extraños diálogos entre cine y fotografía en los que si el tempo, el montaje y la dirección está en manos de los fotógrafos, el guión o el argumento lo escribieron, primero, los cineastas. Los fotógrafos son 10 miembros, de distintas edades y sensibilidades, de la mítica agencia Magnum, desde Abbas, Gilles Peres o Bruce Gilden a Mark Power, Donovan Wylie o Antoine d'Agata. Y las películas, escogidas por los reporteros gráficos, han salido de la mano de leyendas del cine de autor como Antonioni, Wim Wenders, Tarkovski, Rossellini o Kieslowski
Abierta hasta el 7 de septiembre en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), Magnum. 10 secuencias (El cine en el imaginario de la fotografía) es una coproducción con la Cinémathèque Française que la presentó el verano pasado en París bajo otro título más complejo: L'image d'après (La imagen siguiente). Era la manera que tenía Cartier-Bresson de diferenciar al cine con respecto a la fotografía, que él mismo había definido muy célebremente como "el instante decisivo". Un instante que en la era de las cámaras digitales se ha transformado, también, en una decisión "siguiente", es decir, posterior a la elección del ojo que encuadra.
Estas reflexiones están y no están en la exposición. Cada una de las instalaciones, o exposiciones, o películas, o como quiera llamarse a los 10 cubículos en los que cada uno de los fotógrafos ha podido presentar su mirada sobre el cine representan mundos llenos de matices y sugerencias.
Abbas, por ejemplo, opta por presentar una secuencia de sus fotografías de la revolución iraní realizadas entre 1978 y 1980 -desde la exaltación por el cambio a la decepción por el secuestro de los ideales-. Por encima y por debajo de estas imágenes van pasando escenas del filme Paisà (1946), de Roberto Rossellini. Es éste un filme de realismo duro y conmovedor que el fotoperiodista iraní vio de joven en Argelia y se convirtió para él en un "fetiche".
En los antípodas de este documentalismo clásico se encuentra el vídeo (como se advierte a la entrada, no apto para menores de 18 años) de Antoine d'Agate a partir de El imperio de los sentidos, de Oshima. Aquí el fotógrafo se vuelve cineasta. Prepara y en parte protagoniza una película de alto contenido sexual que él mismo rodó durante una estancia en Japón. D'Alema habla en el catálogo de este proyecto que roza los abismos de la pornografía: "En este mundo, sólo la mentira es obscena. La bestialidad es el último espacio de libertad, la última defensa contra la virtualidad rampante de la realidad".
Bruce Gilden, por su parte, se confronta con el cine negro estadounidense clásico a partir de una reivindicación fotográfica del primer plano en escenas tomadas en las calles de Nueva York. Harrry Gruyaert mira, en cambio, a los colores y encuadres metafóricos de Antonioni en un montaje que mezcla secuencias de algunas de sus películas con fotografías propias realizadas durante más de 20 años. Tanto en uno como en otro caso queda claro que el origen de la exposición -buscar qué películas o secuencias habían marcado a estos fotógrafos hasta el punto de influir en su trabajo posterior- tenía su razón de ser.
El montaje y la manera de mostrar esa razón de ser es muy diferente en cada uno de los 10 autores. Mark Power, con una mirada intimista a su infancia, y Donovan Wylie, recuperando documentos del conflicto en Belfast desde los ochenta, han acudido no sólo a películas clásicas sino también a las filmaciones familiares. Gilles Peres, a partir del libro Repérages de Alain Resnais, combina fotografías con imágenes de videojuegos; Pinkhassov refleja la lentitud helada de Tarkovski a la manera clásica; Alec Soth sigue la ruta de En el curso del tiempo, de Wim Wenders, al buscar viejos cines transformados en videoclubs; y Patrick Zachmann demuestra hasta qué punto le influyó el cine de Shanghai de los años treinta en sus trabajos sobre la diáspora china.Diez viajes de cine a través de una fotografía que rompe con el instante en busca de lo que viene después. O antes. Del tiempo.



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